¿Cómo sé que un vino es un buen vino?
- Fernanda Orellano
- 28 jun
- 5 Min. de lectura
Actualizado: hace 2 días
Elegir el vino para la cita o para un regalo, cada día puede ser más difícil frente a una oferta diversa y abrumadora. Veamos unos conceptos y consejos a ver si pueden ser de ayuda.

Casi todos los libros le dedican unas líneas a la cata, nos cuentan del color del vino, de los aromas y del gusto; de las lágrimas y del tanino, de cuan ligero o pesado es el vino, entre otros aspectos.
Sin embargo, aún cuando podamos entender con claridad estos conceptos, valiosos sin duda, a veces a los consumidores, le sigue haciendo ruido en su cabeza la bendita pregunta, ... ¿cuando un vino es de calidad? ¿cómo me doy cuenta si es un buen vino?.
Porque al final de cuentas, que sea más o menos rojo, me recuerde a la ciruela o a la mora y percibe esas notas de vainilla típicas del roble, la gran duda no esta saldada.
Así que vamos a intentar abordar tres aspectos del vino que ayudan verdaderamente al consumidor a definir y valorar su calidad.
Que sepa reír, que sepa bordar y que sepa abrir la puerta para ir a jugar, eran las 3 virtudes de la señorita de San Nicolás para casarse.
Al vino le vamos a pedir que sea limpio, que sea equilibrado y que sea persistente, para darle el visto bueno y llevarlo al altar. Limpidez, equilibrio y persistencia, tres atributos que al vino no pueden faltarle.
Es decir que el dulzor, la acidez, la carga tánica, el alcohol y más elementos, ofrecen una dimensión clara del perfil vino. Pero, si queremos saber acerca de la calidad del vino o por el contrario, si lo que se quiere es descartar un vino que no esta en condiciones saludables, hay tres evidencias que concluyen en una sentencia contundente.
Para saber más, leer: Si es vino es bueno, si es ácido dos veces bueno.
Limpidez
Cuando olemos un vino, y tenemos ganas de seguir oliendo o de llevarlo a la boca, ya es un buen síntoma por simple que parezca. Es innegable que los manejos y las tecnología que hoy se aplican en la vinificación, así como la sanidad y los cuidados que se respetan en todas las etapas desde la cosecha hasta el embotellado, no dan lugar a que existan vinos con defectos que en otros tiempos eran habituales.
Esto significa que quizás muchos menos del 1% de los vinos que se elaboran, pueden presentar algún defecto originados en la elaboración.
Sin embargo, a pesar de lo extraño que seria encontrar defectos en el vino, vale la pena mencionar algunos aromas que no son bienvenidos, y que de olerlos serían un alerta.
Además hay que diferenciar que algunos aromas extraños, y me animo a decir que es lo más común, se originan en la falta de cuidados durante la conservación o incluso antes, durante el transporte; y en estos casos, puede que el problema lo tenga la botella. Si el error esta en la elaboración (en la bodega), todas las botellas (la producción) estarían en problemas.
La oxidación y la presencia de acidez acética (olores que nos acerquen al vinagre, la manzana rancia, la miel, el quita esmalte de uñas), es un defecto de la botella, porque ha sido mal conservada o expuesta a altas temperaturas, etc. Olores a geranio, a cartón, a huevo podrido, no son bienvenidos.
El llamado gusto a corcho (olor a cartón mojado, humedad), es quizás de los defectos del vino, el más frecuente, siendo su causa el corcho contaminado, aunque la industria corchera ha mejorado notablemente este defecto y su aparición hoy muy rara y escasa.
En resumidas cuentas, un vino limpio, debe ser lo suficientemente capaz de expresar su carácter varietal, frutal, floral, herbáceo o el que sea; y las notas del roble (vainilla, cacao, canela, un ligero ahumado) si fuera el caso.
Es decir que, el vino debe expresar esos aromas ricos a fruta roja, como fresas o frambuesas, a frutas de carozo como la ciruela o el durazno, a frutas tropicales como la piña o el plátano; a especias como la pimienta negra, flores como la rosa, hierbas como el tomillo, etc.
La vitivinicultura actual no da lugar a vinos defectuosos. De haberlos, serían casos muy aislados y desafortunados, no atribuibles a la industria.
Equilibrio
Algo tan simple como el equilibrio, es una de las virtudes de un vino de calidad. El equilibrio o el balance es cuando todos los componentes están en su justa medida, ninguno por encima del otro, ninguno en demasía. Un vino que se precia de ser de calidad, debería respetar esa premisa.

Claro que en un vino dulce, el sabor predominante será el dulce, pero el equilibrio exige que no sea pesado, ni empalagoso, que sea agradable y rico; que por ser tan dulce, no nos sature y nos quite las ganas de seguir tomando.
Obviamente que un blanco tendrá un acidez marcada para potenciar su frescura y su perfume, pero el balance obliga a que dicha acidez no nos haga crispar los dientes ni las encías, que refresque la boca, y no resulte una limonada que nos desfigura el rostro.
Un vino tinto potente, tendrá una carga tánica elevada, más aún si tuvo crianza, pero que ese tanino no resulte en una astringencia desagradable, en un ladrillo que invada la boca y no deje expresar la fruta y los aromas de la barrica. Porque el vino es ante todo fruta, y la fruta debe estar siempre.
El equilibrio es cuando todos los componentes del vino, guardan armonía, cuando forman un todo placentero. Y lo más importante, el equilibrio no debe ser exclusivo de los vinos caros o de alta gama; debemos como consumidores exigirlo a todos los vinos.
Que un gran vino y de elevado precio sea equilibrado es esperable y casi una obviedad; que un vino básico y accesible sea equilibrado, lo hace un gran vino y es un mérito enorme hacerlo.
Para saber más, leer: ¿Porqué el vino huele a pimienta, a rosa o a vainilla?
Persistencia
Cuando se toma un sorbo de vino, debemos intentar comprobar cuanto tiempo permanecen sus sensaciones en la boca; incluso lo podemos medir en segundos. Eso es la permanencia, la duración del vino en la boca.
Si luego de tragar el vino, sentimos que ahí permanece, de manera complaciente y placentera, estamos en presencia de un buen vino. Obvio que si el vino tiene un defecto y lo que permanece es el defecto, la permanencia como atributo no tiene sentido.
Podríamos definirla como la cantidad de placer que el vino nos regala.
Y no debemos asociarlo exclusivamente a los tintos. Grandes vinos blancos, rosados o espumosos, tienen la misma permanencia y caudal de boca que muchos tintos. Incluso puede haber tintos de gran cuerpo y peso, pero que tienen un paso breve por la boca. Densidad no es lo mismo que persistencia. Persistente, prologando o duradero sería lo contrario a corto, efímero y fugaz.
Limpidez y sanidad, equilibrio y persistencia son atributos que de a poco, debemos aprender a evaluar en cada copa de vino, en cada vino según su segmento de precio. En vinos más económicos de consumo diario, buscar la fruta, la expresión varietal y el equilibrio; y en vinos de segmento medio y alto, exigir la complejidad aromática y la persistencia, puesto que el equilibrio y la fruta son una obviedad. De todos modos, siempre hay un componente subjetivo, que es parte de la experiencia sensorial, de las expectativas y de la formación de cada consumidor.
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