Un cóctel al rojo vivo
El bloody mary, perfecto para un brunch restaurador y para recibir el año nuevo.
Rojo, picante y especiado
Diane Keaton, Goldie Hawn y Bette Midler lo beben para desayunar en "El club de las primeras esposas" (1996). Efectivamente, este combinado parece ser una maravilla contra la resaca, un restaurador y un energizante perfecto.
La historia del Bloody Mary, está repleta de personajes fascinantes y eventos potencialmente plausibles, que incluyen desde un cantinero de fama internacional hasta una reina asesina. Pero vamos por el principio.
Todo habría comenzado en Paris
En la primera década del siglo XX, el estilo de vida nocturna de los norteamericanos incluía, el auge del swing y los "cocktail bars". Pero desde luego, nadie contaba con que el gobierno iba a decretar la veda de alcohol en 1920.
A los bartenders le quedaron dos opciones: trabajar en la clandestinidad o emigrar a Europa, tal y como lo hicieron. Así un jockey estadounidense propietario de un bar en Manhattan decide comprar un bistrot en París y fundar el New York Bar, más tarde rebautizado con el nombre con el que ha pasado a la historia: Harry's New York Bar.
Un reducto muy concurrido por personalidades de la talla de Ernest Hemingway.
La teoría popular señala a Fernand "Pete" Petiot como su creador, mientras trabajaba en el Harry's New York Bar en París. Petiot mezcló una primera receta que consistía en mitad vodka ruso, mitad jugo de tomate y especias. Dicen que lo bautizó en honor a una mujer que, a diario, se sentaba en su bar a esperar a un pretendiente que nunca aparecía, y su corazón dolido habría motivado el nombre. El combinado fue un éxito que encantó a miles de expatriados estadounidenses.
En 1934, Petiot tomó el timón del King Cole Bar del St. Regis Hotel en Nueva York, y ahí perfeccionó la receta. Inicialmente el cóctel no conquistó a los neoyorquinos, ya que lo consideraban algo soso.
Fue entonces cuando a Petiot se le ocurrió añadirle pimienta, salsa Perrins, limón y Tabasco, dando forma al coctel que conocemos hoy.
Otra creencia muy popular, aunque sin fundamento, era que el cóctel tomó su apodo de la Reina Católica María Tudor, conocida como “María la Sangrienta” o “Bloody Mary “. Se trata del apodo con el que se conocía a la reina María I de Inglaterra, quién reinó en uno de los periodos más terroríficos del país.
La reina decidió anular las reformas religiosas de su padre Enrique VIII y volvió a someter a Inglaterra a la autoridad del Papa. En aquella época, los protestantes fueron perseguidos durante su reinado y ejecutados duramente.
Más allá de estas historias, lo que importa es que el Bloody existe, porque no hay nada más rico y reconfortante que este trago, especialmente a la hora del brunch.
Bloody y vodka, un matrimonio perfecto
Lo curioso del trago y la razón por la que muchos lo adoran y otros tantos, se niegan a probarlo es que es salado. Pero no salado como un Margarita que es coronada con sal, sino salado de por sí.
El vodka es un ingrediente clave, porque al no tener un sabor dominante como puede ser un ron o un gin, permite que el resto de los ingredientes se acoplen perfectamente.
Los primeros Bloody Mary se agitaban así: 6 cl de vodka (dos onzas), 6 cl de zumo de tomate, salsa Worcestershire, salsa de rábano (a la espera de la salsa tabasco), sal, pimienta negra, pimienta de cayena, un chorrito de limón y hielo picado.
Es cierto, que cada bartender hace sus modificaciones y le da aquel toque de gracia que lo hace distinto. Por ejemplo, se puede cambiar el vodka por una parte de gin (conocido como Red Snapper), tequila u otro destilado, darle un toque más picante o más aromático, añadirle alguna salsa o combinar con las distintas sales. Otros elijen hacer su propio jugo de tomate, apelando a un concepto muy natural, preparar un Caesar, una creación canadiense que incluye jugo de Clamato.
Te dejo una receta para empezar a disfrutarlo y recorda, que solo se necesita un poco de imaginación para crear nuestro propio Bloody Mary.
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