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La Criolla no para de sorprender

Cepas europeas, nativas, ancestrales, criollas, ¿de qué hablamos realmente?

Criolla de Bodega Callia
Criolla de Bodega Callia., de viejas viñas sanjuaninas.

Recientemente, tuve la suerte de descubrir "Callia Criolla", elaborado con uvas 100% criolla chica, provenientes de viñedos antiguos ubicados en el Valle de Tulum, San Juan, a más de 600 m s.n.m.

Porque la criolla, se ha extendido por todo el país,. y felizmente las bodegas han recuperado esas vides en parral o espaldero que son un verdadero tesoro.

Un vino rubí brillante tenue (una característica de la cepa); con deliciosos aromas frescos a frutillas y cerezas, y un paladar elegancia, suave, y fresco. Un vino verdaderamente versátil.


Bodega Callia como muchos viticultores, apuesta por revalorizar la criolla, destacándola no solo como una variedad de uva, sino como un símbolo de identidad nacional. Una criolla de Bodega Callia y tantas otras, debe estar en tu cava.

"Con este lanzamiento buscamos reconectar a los consumidores con una parte esencial de nuestra historia vitivinícola a través de un vino con gran intensidad y frescura y con un paso ligero, alineado con las tendencias actuales de consumo", expresa Araceli Cristian, Brand Manager de Bodegas Callia. Y agrega: “La historia de la uva Criolla fue nuestra gran fuente de inspiración para este lanzamiento. Queremos compartir cómo esta cepa acompañó momentos clave de la historia de nuestro país.”

Pero repasemos un poco, la historia de esta variedad, para saber porque tenemos que tener una criolla si o si en nuestra cava.


El auge de las europeas

Cuando me inicié en el mundo del vino, descubrí que el mercado estaba dominado por unas pocas uvas internacionales, conocidas como europeas, muchas de ellas francesas: cabernet sauvignon, merlot, chardonnay, sauvignon blanc, pinot grigio, syrah, pinot noir, por supuesto malbec, y algunas otras.


Este grupo de cepas ganaron protagonismo, pero otras han desaparecido. Las razones son varias: el cambio de las condiciones climáticas y del suelo en el tiempo, la aparición de determinadas plagas, las preferencias de los consumidores y la decisión de los países productores de satisfacer el paladar internacional.


Estas cepas llamadas nobles han sido “las elegidas”, y su auge fue en los años 80’ y 90’. Ofrecen vinos en casi todos los países con atributos enológicos y organolépticos, como mínimo aceptables, y a veces sobresalientes. Fueron aceptadas con beneplácito por los consumidores de todo el mundo, porque muchas de ellas se destacan en vinos franceses con denominaciones de origen de gran prestigio. Por ejemplo, el chardonnay se destaca en Chablis o en la Bourgogne, al igual que la pinot noir; un gran merlot o un exquisito blend lo encontramos en los vinos de Bordeaux, etc.


Las uvas de los abuelos

Pero, el éxito de estas uvas europeas, tuvo un efecto colateral, pues condujo a que los países descuidaran o abandonaran gradualmente otras uvas autóctonas o nativas.


Muchas de estas cepas llamadas autóctonas y ancestrales, subsisten en el campo en viejas vides sin identificar. Pero, felizmente, en los últimos años, vemos un creciente interés por la recuperación de estas variedades olvidadas.


Esta vuelta al pasado, es el futuro del vino. Es el reflejo de unas tendencias más amplias como la vocación por la viticultura ecológica y regenerativa, la adaptación al cambio climático, la puesta en valor de las tradiciones y de las uvas autóctonas, que son menos conocidas, pero portadoras de un ADN histórico y único. Es como les gusta decir a los jóvenes: “volver a hacer el vino como lo hacían los abuelos”.


La Criolla Chica ha vuelto

El término criollo o criolla, refiere a una persona o cosa de ascendencia europea, pero nacida o desarrollada en las colonias europeas en América. Dicho así, la música, la comida o una persona puede ser criolla y, también, las variedades de uva son criollas.

 

Al Nuevo Mundo, a mediados del siglo XVI, llegaron con los españoles unas cepas que iniciaron la viticultura. Las dos más importantes fueron la moscatel de Alejandría (blanca) y la listán prieto (tinta), y otras dos blancas como la mollar y la palomino.

 

Sin embargo, fue la listán prieto la que proliferó en el continente. Se propagó hasta Estados Unidos (donde se la llama mission) y por toda Sudamérica donde recibe otros nombres: en Perú negra criolla, en Chile país, en Bolivia missionera y en Argentina como criolla chica.

 

De modo que, en rigor y técnicamente, las uvas que nacen de estos cruces genéticos ocurridos en Sudamérica serían uvas criollas, al fin de cuentas como muchos de los argentinos.

No obstante, a ciertas variedades europeas fundadoras como la listán prieto o la moscatel de Alejandría, también se las suele considerar en nuestro país como variedades criollas, por su expansión territorial y por su importancia.

 

De manera que, la criolla chica se sentó a la mesa de los argentinos, todos los días. Por mucho tiempo, se destinaba a la elaboración de vinos rosados de estilo fresco y ligero, y acompaño infinidad de domingos de asados y de pastas.

 

Gracias al trabajo de viticultores curiosos e innovadores, se logró poner en valor esta cepa y lanzar al mercado etiquetas de vino tinto de gran calidad.

 

La criolla, es testimonio de un patrimonio histórico y botánico muy valioso. Concentra lo más profundo de nuestras raíces y tradiciones, y al mismo tiempo se presenta como actual.


Viejas vides de criolla chica

Por suerte, hay un gran camino por recorrer en la búsqueda de esos vinos auténticamente argentinos. Probablemente, esto sea solo la punta del iceberg y el inicio de un largo camino que entusiasma a los productores y a todos los apasionados por los vinos singulares y originarios.

  

La criolla es increíblemente versátil.
La criolla es increíblemente versátil.

La criolla, ha vuelto a la mesa de los argentinos, y eso es lo más importante. Es testimonio de un patrimonio histórico y botánico muy valioso. Concentra lo más profundo de nuestras raíces y tradiciones, y al mismo tiempo se presenta como actual.

 

Por suerte, hay un gran camino por recorrer en la búsqueda de esos vinos auténticamente argentinos. Probablemente, esto sea solo la punta del iceberg y el inicio de un largo camino que entusiasma a los productores y a todos los apasionados por los vinos singulares y originarios.



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