El vino naranja conquista la pasarela
Cada año el gigante Pantone nos devela un color, que define las tendencias artísticas y visuales del momento, del arte y la moda; pero, además, es algo así como el reflejo de lo que el mundo necesita o el espíritu de la época.
En el planeta del vino, un color ha sido revelado a comienzos del 2000; se trata del naranja, que luce con éxito un estilo que, a pesar de ser ancestral, hasta hace poco era desconocido.
El origen de todo
Dicen que todo comenzó en las regiones del Cáucaso, principalmente en Armenia y Georgia, hace más de 6000 años. Hablamos de una forma de vinificación, basada en la preservación natural del vino ante uno de los problemas más comunes; la oxidación.
Estos vinos se elaboraban con racimos enteros de uvas blancas (sin despalillar, con su escobajo o esqueleto verde). Los recipientes eran grandes ánforas llamadas Kvevri en Georgia y Karas en Armenia, de unos 500 litros de barro cocido, un material poroso que se recubría con cera de abeja para hacerlo más hermético. Casi siempre, estaban enterradas en el suelo, con la parte superior abierta y con una tapa; lo que permitía tener una temperatura baja y constante. Imagina que, en esos tiempos no existían tecnologías para separar las uvas del racimo, ni prensas neumáticas, ni barricas o tanques de inoxidable.
Pero, fue en la zona fronteriza del Friuli italiano con la Eslovenia occidental, que un productor llamado Josko Gravner volvería a poner en valor esta vinificación ancestral.
Él viajó a Georgia, cuando aún pertenecía a Unión Soviética, y en Oslavia (Friuli) elaboró su primera cosecha 2001 criada en kvevri. Luego le siguieron otros productores en Eslovenia, Croacia, Republica Checa, Austria; otros en España y Francia, y muchos más en el Nuevo Mundo.
En mi caso, los primeros que probé fueron en Argentina: el Torrontés Brutal Via Revolucionaria de Matías Michelini, fermentado y criado con sus pieles durante 10 meses en barricas; y el Alma Negra Orange de Ernesto Catena Vineyards. Hoy hay decenas para probar.
¿Porque naranja?
El término "orange wine" fue acuñado en 2004 por David Harvey, un importador de vinos del Reino Unido, mientras buscaba vinos raros y escasos por Italia. Harvey explica: "No me propuse inventar una palabra, simplemente la utilicé de forma natural y quedó pegada".
Sin embargo, muchos productores, no utilizan ese vocablo, y simplemente los llaman vinos blancos con maceración de pieles (white wine with skin contact), pues de eso se trata, esencialmente.
Algunas de sus características más llamativas son, por un lado, su color ámbar casi anaranjado, y por el otro, su textura en el paladar. Esto se debe a la maceración del jugo con las pieles y pepitas durante la fermentación y, a veces, durante su crianza, que puede ser de un mes a varios años en ciertos casos. Esta técnica acentúa la coloración y hace que migren de la piel al vino los taninos responsables del cuerpo y el volumen de boca.
Otra característica, es la elaboración en elementos ancestrales, como tinajas o ánforas, frente a las barricas o el acero inoxidable, de amplio uso en la enología.
Claro que, como no hay reglas en cuanto a uvas, ni siquiera en cuanto al proceso enológico, existe una enorme heterogeneidad entre ellos, pues cada productor elige su cepa y su camino para hacer “su” vino naranja.
Un concepto turbio
Así como la definición del vino naranja se presenta algo vaga; en la mayoría de los casos, estos vinos conllevan una ligera turbidez o un aspecto velado, debido a que no se someten a procesos de clarificación o filtrados, ni se agregan sulfitos (un conservante de uso mínimo legal e histórico en la industria). Una vez más, con la idea de hacer el vino como se hacía en el pasado.
Pero la contra cara de estas "NO" prácticas es que, existen más probabilidades de que el vino sufra una marcada oxidación incluso algún alteración o defecto.
Otra confusión que se plantea es que, en muchos casos, los viñedos que los producen, están certificados como de producción orgánica o biodinámica. Pero hay vinos certificados bajo estrictos protocolos, y no se hacen llamar naturales.
Es que estamos en presencia de una categoría que ha despertado una enorme curiosidad e interés, pero a la vez, muchas dudas y polémicas, que ameritan un capítulo aparte.
Ver "La Revolución Verde llegó al Vino"
Deliciosos para comer
Finalmente, debo decir que me encanta comer con un buen vino naranja, puesto que tiene un perfil aromático distinto a los aromas primarios de la uva que le da origen, y una dimensión en boca inusual pero genial para acompañar platos muy variados.
Expresan aromas a fruta como damasco o membrillo, frutos secos como nuez o avellana; algunos ejemplares recuerdan a la manzanilla o la confitura de cítricos y el mazapán. Los elijo siempre con las comidas especiadas como un curry de langostinos o cordero, arroz frito con vegetales o pad thai, unas ribs BBC o unas crispy chicken wing.
El mejor consejo que puedo dar es probarlos, pero siempre con buen asesoramiento previo tanto a la hora de elegirlo en un restaurante como en una tienda.
Una categoría de vino, infaltable en tiendas, restaurantes y en la cava de casa; que se ganó la aceptación de los winelovers que buscan vinos gastronómicos y distintos; de los devotos de los vinos ecológicos, e incluso de los jóvenes que buscan beber un vino distinto al que beben sus padres.
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