Los blancos salen a la cancha . Parte 1
Cepas ancestrales y tradicionales, territorios y estilos, las nuevas dimensiones de los vinos blancos, responsables de una revolución cualitativa.
¿Porqué los consumidores los eligen?
Una tendencia que vale la pena observar es el cambio en el comportamiento, tanto en la producción como en el consumo, del vino tinto al blanco. Es cierto que, una tendencia no hace el futuro, pero los números sugieren que, al menos por ahora, los gustos se están inclinando en esa dirección.
Si observamos en toda Europa, los vinos de castas típicas que están de moda y en alza son en gran medida los blancos secos, como la cepa grüner veltliner de Austria, la xarel·lo y la garnacha blanca en Cataluña, riesling secos de pequeños pagos de Alemania, el auge del Rioja blanco con la cepa viura, blancos de cataratto o inzolia en el sur de Italia, y otros ejemplos.
Las razones de esto son varias. Los vinos blancos tienden a ser menos costosos que los tintos. Esto se debe, en parte a que, la mayoría de los vinos blancos, que hoy se elaboran son de un estilo fresco, y no requieren roble nuevo ni varios años de crianza.
Además, los consumidores están descubriendo, con cautela y sin aventurarse en lo que pagan, las virtudes de los vinos blancos de nuevas regiones o de países que eran conocidos por sus tintos, como Argentina.
"Los vinos blancos argentinos están atravesando una etapa de plena consolidación de la calidad, no solo en relación con los vinos blancos sino en general con toda la vitivinicultura argentina. Esto es el fruto de la experiencia y el conocimiento que hemos logrado y que, día a día, nos permite crecer y desarrollarnos. Esto se ve claramente reflejado en los vinos blancos que han pasado a formar parte importante del interés de los consumidores, hoy son vinos muy frescos y delicados, de acidez equilibrada, muy placenteros", asegura José "Pepe" Galante, chief winemaker de Bodega Salentein.
Otro factor podría ser el cambio de gustos en cuanto a comida. Los vinos tintos combinan bien, principalmente, con platos de carne. Pero hoy el paladar ha incorporado otros sabores, como platos picantes y especiados, platos ligeros a base de pescas, legumbres o verduras. El vino blanco suele ser la mejor opción para dietas que se nutren de cocinas globales.
Argentina y su historia con los blancos
Argentina es un país conocido por sus tintos y sus carnes, sin embargo, esto cambió radicalmente en los últimos años.
La producción de vino blanco de Argentina tiene una historia interesante. Las variedades europeas blancas como la moscatel, pedro giménez, chenin o semillón, estuvieron desde los inicios. Por muchos años, se extendieron, a punto tal que, en la década de 1970, el vino blanco era la moda y su producción eclipsó al tinto. Recién en la década de 1980 se invirtieron los porcentajes (70% tintos y el resto blanco).
Así fue como, los primeros winemakers consultores extranjeros, llegaron a fines de los 80 para ayudar con la producción de vino blanco. Por ejemplo, Michel Rolland fue contratado por la familia Etchart en Salta en 1988, para potenciar su torrontés.
Pero, lo cierto es que, en esos días, el mercado internacional mostraba un gran entusiasmo por los tintos del país, especialmente el malbec, y había una preferencia por las variedades francesas como el cabernet sauvignon o el merlot.
La excepción fue el chardonnay fermentado y criado en barrica, con notas a fruta exótica, con el sabor a vainilla de la madera, y una textura mantecosa. Este estilo fue furor y me animo a decir que aún hoy, tiene muchísimos seguidores.
Yo tengo lindos recuerdos de este vino, así como del sauvignon blanc, fresco, perfumado y liviano, que era la otra cara del “chardo
Pero el malbec, marco el ritmo de la viticultura, y el vino blanco quedaba para una segunda etapa en el “business plan” de las bodegas, hasta hace poco, que se produce un feliz renacimiento de la categoría.
Más allá del chardonnay
Uno de los grandes progresos fue animarse a explorar otras variedades, sabiendo que hay ciertos vinos como el chardonnay, que son los comercialmente muy exitosos y engrosan las ventas. Pero algún día hay que empezar, y si las bodegas no proponen, los consumidores no van a pedir lo que no conocen.
“El vino blanco argentino está en su etapa de crecimiento exponencial. Hemos descubierto nuevas zonas y expresiones dentro de las más tradicionales que nos llevan a desafiar nuestros propios límites. La calidad se incrementó muchísimo, debido a una gran curva de aprendizaje y a los viajes que nos permiten inspirarnos en otras zonas y sus técnicas. Esto es solo el comienzo porque la etapa dorada aún está por venir”, nos cuenta Federico Gambetta, Director Técnico de Bodega ALH Alto Las Hormigas.
La chenin blanc y el semillón, son cepas que, a fines de los años 60 y principios de los 70, eran parte de los vinos blancos genéricos, tal así que el semillón era la más plantada en Argentina, con más de 5.500 hectáreas de vides. Pero esos vinos de mesa, nacidos en viñedos de altísimo rendimiento, prescribieron.
Hoy hay expresiones de estas cepas maravillosas, desde el Semillón de Mendel o el de Ricardo Santos, pioneros en la casta, el Polígonos Chenin de Familia Zuccardi, A Lisa de Noemía o el Old Vines from Patagonia Semillón de Matías Ricitelli.
“Mendel semillón 2009, fue el primer blanco que elabore en mi vida. Se trata de la variedad blanca más antigua de Mendoza. Ese primer semillón nacido de viñedos de 1948 en Altamira (valle de Uco), es un exponente de una zona que, al igual que Tupungato, son territorios que favorecen la maduración lenta de un cepaje de ciclo largo, como es la semillón, para que alcance todas sus cualidades organolépticas”, nos comenta Santiago Mayorga, actualmente el winemaker de la Bodega Cadus, en alusión a uno de los primeros semillones, que abrio paso a esta nueva generación de vinos blancos.
Pero son muchas más, las variedadees que se han sumado a la familia de los blancos, como la fiano de Caelum, la malvasia de Escala Humana, albariño, verdejo o pinot grigio de Costa&Pampa (Trapiche), grüner veltliner de Norton que, si bien suelen ser producciones acotadas, son testimonios de la diversidad y de las firmes intensiones de los productores de ir más allá de la zona de confort.
“Alto Las Hormigas Blanco es una mirada a la tradición de Mendoza con una visión contemporánea. Buscamos muchas viñas y encontramos parrales de 80 años de Chenin Blanc, Semillón y Pedro Giménez. Que estas viñas existan me hacen pensar que por 75 años fueron vinificados, y que son varietales que se afianzaron bien al clima de Mendoza. Recuerdo a mi abuelo abriendo botellas de Chenin Blanc en las mesas de los domingos hace 25 años! Es un lujo poder vinificar estos viñedos y volver a nuestras raíces”, nos explica Gambetta, responsable de los vinos de ALH.
Lógicamente, es difícil pensar que, el vino blanco le puede restar protagonismo al tinto o al malbec, pero sí, es seguro que pueda alcanzar un gran reconocimiento en el mercado mundial sin precedentes. Felicidades por este logro.
Creo que la asignatura vinos blancos, ha sido aprobada con la mejor nota por los productores argentinos, y que empezamos a vivir una revolución cualitativa de la categoría, que a todos nos entusiasma.
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